
En un tiempo donde aún no existía el contar, ni el medir, ni el comparar, Uno apareció.
No se proclamó especial, ni pidió atención. Solo estaba allí, tranquilo, como quien enciende una vela en la oscuridad sin decir palabra.
Uno no sabía que era el primero. Solo sabía que quería estar. Ser algo. Hacer un inicio.
—”Si hay algo que pueda comenzar, que empiece por mí” —pensó.
Al poco tiempo, llegaron otros. El Dos, con su impulso de dividir y compartir. El Tres, que buscaba equilibrio. Y también Cero, silencioso pero profundo.
Al principio, Uno se sintió pequeño.
—”Ellos son más… completos”, pensó.
Pero con el tiempo, notó que muchas cosas necesitaban alguien que estuviera al principio.
No el mejor. No el mayor. Solo el que dé el paso primero.
Y entonces entendió su rol:
Uno no tenía que liderar. Solo tenía que estar disponible.
Donde alguien comienza a contar, Uno está.
Cuando alguien da su primer paso, ahí está.
No es el más fuerte, ni el más sabio, pero sí el que da forma a lo demás.
Y así, Uno sigue existiendo, en silencio, sin hacer alarde.
No busca protagonismo. Solo ofrece su presencia.
Porque a veces, lo más importante no es ser el mayor…
sino simplemente ser el primero en estar dispuesto.
© 2025 Ana Paola. Todos los derechos reservados.